(Escrito hace 10 días)
A la misma hora, por varios días, tocaba una y otra vez esa melodía, como si en las cuerdas de mi guitarra encontrara la otrora paz que la bailarina, probablemente sin quererlo, me había arrebatado. Repetía por largo rato aquel rito, esperando que en aquellas notas él - Sebastián - y también yo pudieramos dejarla ir.
Iban pasando los minutos y lo único que podía hacer era evocarla en mi memoria.Las luces del sendero que transitaba a su lado se iban disipando, apagándose lentamente en mi razón, mas no en lo recondito de mis sentimientos. Es así que iban acumulandose, dentro de mí, dentro de él, todos los detalles que ella irremediablemente había impregnado a lo largo de todo ese tiempo juntos. Aun podía sentir su mirada en mis ojos, su suave tacto en mis manos. La profundidad de su recuerdo era algo más honda de lo que hubiera podido imaginar.
Podía todavía recuperar de mi mente - aun cuando no quisiera - los instantes en los que era tan mía y yo definitivamente tan suyo. El modo en que se estremecía mientras la intensidad iba aumentando, cuando mis manos recorrían su bella espalda, el misterio de sus caderas, la suavidad de su sexo. En aquel mágico viaje podía ver más allá de lo que los sentidos comunes permitían, podía detectar el enigma de su alma, así como lo contradictorio entre los dos. En esos instantes, me veía sumergido en los más profundo de su intimidad y caí en la cuenta de lo hermosa que era.
Pero, así como mis manos tocaron alguna vez su bella figura, ahora ahogan el lamento en esta vieja guitarra. Así como mis ojos vieron el brillo de los suyos, ahora se mantienen, inmóbiles, en el dibujo que alguna vez ella dejo en esta, mi habitación. Y cada vez que entregue esta melodía al viento, mantendré en mi pensamiento a aquella bailarina.
Aquella bailarina que en algún momento fue mía.
http://www.youtube.com/watch?v=aPQCyQ5h4Dk
