Todo lo que hiciste en el pasado es algo que quisiste en ese momento, por eso está de más lamentarse; lo hecho, hecho está. En este caso, ambos lo quisimos, porque en ese momento era lo que quisimos. Sebastián va pensando en esto, mientras cruzan las luces y los recuerdos y las palabras y un viento suave.
Cuando Octubre cayó sobre sus ojos
Caminaba con satisfacción, cantaba ante la mirada de todo el que cruzaba, reia y no sabia por qué. 6 meses antes no buscaba volver a su país de origen, a ese Perú que le parecía lejano, penoso, desesperanzado. Un país donde no había nada que lo atara: ni su familia, ni sus amigos, ni el mar, ni la neblina en Lima. Nada.
se agotaron los días de verme en enojos
Pero volvió, no supo muy bien porque, pero volvió. Aquel laberinto en el que se había convertido su mente lo atormentaba, no había nada por lo que quedarse. El tercer ciclo se acercaba y más grandes iban siendo sus ganas de volver. Pero ¿qué era volver? ¿Acaso no era una huida?¿Una más? Era irse de todo y empezar de nuevo, pero no querer eso era lo mismo que lo hizo volver y ahora lo sabía: probarse que él podía, que alejarse 7000 kilómetros no traerían soluciones, ni siquiera acercamientos a una respuesta, solo daría más duda, más sufrimiento.
Caminaba entre islas sin puerto seguro
Y cuando no sabes que escribir, solo oyes el silencio. A veces el silencio es la mejor melodía, porque en la profundidad de uno mismo, cuando encontramos lo que necesitamos y lo que no, lo que nos hace sentir más miserables pero también el alivio. El silencio de uno puede ser una travesía muda, travesía a través de todo: del amor, odio, ansias, esperanzas, sueños. Pero solo podemos convertir ese silencio en voz cuando hacemos las cosas. Es por eso que ahora Sebastián lo sabe, sabe que encimismarse no funciona. o al menos no a futuro, que debemos sentir, sí, a plenitud? sí, porque sino la vida no tendría sentido si no la disfrutamos y sufrimos de vez en cuando. Que las grandes sonrisas y también las grandes mierdas que nos da sirven en el proceso de ser. Ahora Sebastián lo sabía, en realidad, siempre lo supo, pero era entonces, cantando, caminando entre gente extraña, que se dio cuenta que nada será siempre controlado, siempre perfecto, pero estaba bien así. Estaba bien porque se hacia, paso a paso, en esa fría acera, un hombre que podía decirse y decirle al mundo que el vivía. No solo caminaba, respiraba, comía, dormía. El vivía. Sebastián vivía.
Y una suave llovizna empezó a caer apenas comenzó el rasgueo.
http://www.youtube.com/watch?v=ZcFriOoAnvQ
No hay comentarios:
Publicar un comentario